El estudio tuvo lugar entre el 11 y el 18 de enero de 2012. Durante esa semana, Facebook y científicos de las universidades Cornell y California modificaron los algoritmos de la red social para manipular la información recibida por sus usuarios y analizar el impacto de mensajes positivos o negativos en sus emociones. Los investigadores descubrieron que los usuarios comenzaban a usar palabras más positivas o negativas en sus propios mensajes dependiendo del tipo de contenido al que habían sido expuestos.
Los responsables de la investigación han subrayado que fue «coherente con la política de uso de datos para todos los usuarios que tengan una cuenta de Facebook». Sin embargo, aunque pueda ser legal, se plantean cuestiones éticas.
La revista digital Slate remarca que el estudio se mueve en el límite estipulado por la Academia Nacional de Ciencias por el que «todos los experimentos deben llevarse a cabo según los principios de la declaración de Helsinki» que determina que los sujetos de investigaciones «deben ser informados adecuadamente de los objetivos, métodos, fuentes o intereses del investigador, así como los beneficios, riesgos o problemas que pudiera comportar el experimento».
Facebook ha rechazado las acusaciones, indicando que el estudio sólo duró una semana y los resultados recogidos no incluyen datos personales. Además, han comentado que «nosotros hacemos investigaciones para mejorar nuestros servicios (…) y una gran parte es comprender cómo las personas responden a diferentes contenidos positivos o negativos”.