De todos los componentes dentro de un vehículo, los neumáticos son los que cambios experimentan, al menos a simple vista. Por su propia concepción, el neumático ha permanecido prácticamente inalterable a lo largo de los años como una goma que apenas ha cambiado ligeramente sus materiales y estructura. Si, los cambios han sido enfocados para volverlos más eficientes.
En este sentido, el cambio más revolucionario que hemos visto son los neumáticos diseñados para cargar aire mezclado con nitrógeno en su interior. Sin embargo, los fabricantes de neumáticos llevan tiempo estudiando cómo pueden revolucionar este concepto que parecía inamovible.
La última década nos ha dejado un buen número de investigaciones sobre pruebas y estudios que marcas como Hankook, Michelin o Bridgestone están realizando para conseguir un neumático sin aire que pueda producirse en masa y comercializarse en un futuro próximo. De salir adelante alguno de los prototipos adelantados, las ventajas serían evidentes, tanto en materia de seguridad como de consumos diarios y eficiencia energética.
Qué se gana con un neumático sin aire
Eliminar el aire del interior de un neumático no es sólo un avance en la comodidad del conductor, que puede olvidarse de comprobar si se ha perdido presión, aumentar ligeramente ésta antes de un viaje con gran carga en el maletero o, simplemente, sufrir un pinchazo.
Hasta ahora, los prototipos que hemos visto de neumáticos sin aire cuentan con algunas características comunes, entre las que se encuentra una malla interior circular compuesta por un material flexible (como el poliuterano elástico) basado en formas que facilitan la absorción de las fuerzas verticales generadas por el coche, las sufridas a la hora de subir un bordillo o las producidas por el propio coche cuando se circula a altas velocidades.
Las ventajas en todos los casos son evidentes. El neumático es capaz de adaptarse a la carga que transporte el vehículo y, por tanto, siempre ofrece el mejor comportamiento y sin sufrir los desgastes irregulares provocados por una presión inadecuada. Además, en caso de impacto es mucho más flexible y resistente.
Por último, la eficiencia del compuesto es mucho mayor, pues no producirá consumos superiores a los esperados por un mal mantenimiento, los elementos interdependientes (como la suspensión o la dirección) tampoco sufrirán vibraciones que aceleren el desgaste de sus piezas y su vida útil debería ser mayor, al adaptarse mejor a todas las condiciones anteriores.
¿En un futuro cercano?
La teoría está bien pero, ¿cuándo podemos esperarlos? ¿Los veremos pronto en las calles? Lo cierto es que, de momento, todo lo que hemos sabido es que las marcas están estudiando sus prototipos, de los cuales hemos tenido noticias recientemente en relación a Hankook. El fabricante ha presentado en el CES la última versión de sus i-Flex, desarrollados en colaboración con Hyundai y que esperan incluir en los futuros vehículos autónomos que ahora se encuentran en desarrollo.
Otro de los fabricantes que han mostrado sus desarrollos en los últimos años ha sido Bridgestone. A principios de 2020 mostraron la última versión de sus gomas sin aire, prometiendo que las mismas llegarían en un futuro cercano a camiones y bicicletas. De hecho, como patrocinadores de los Juegos Olímpicos de Tokio, se esperaba que pudiéramos ver este concepto en algunos vehículos autónomos pero, finalmente, no tuvimos noticias de los mismos.
Michelin sí ha puesto una fecha encima de la mesa: 2024. Si los desarrollos llegan a buen puerto, la firma francesa quiere poner en el mercado sus neumáticos Uptis (Unique Puncture-proof Tire System o Sistema Único de Neumáticos a Prueba de Pinchazos, por sus siglas en inglés). De hecho, el año pasado los presentó en sociedad en un coche con pasajeros por primera vez. De su posible precio o la vida útil esperada, nada se sabe.