Desde que los nuevos modelos de ordenadores portátiles Apple fueron presentados, montando el chip M1, muchos se han hecho la misma pregunta. ¿Qué fue lo que pasó? Y es que la independencia es un factor determinante en muchas compañías, y la autonomía de poder crear sus propios procesadores integrados es algo que la empresa de la manzana ya venía estudiando desde hace un tiempo.
Intel es una marca conocida por ser una de las más destacadas en la fabricación de microprocesadores, y sus relaciones con Apple no parecían estar fracturadas, pero este cambio sorpresivo de dirección deja muchos vacíos y dudas sobre el futuro de las relaciones entre estas dos empresas tan destacadas en el mundo de la tecnología.
Ambas marcas han estado trabajando juntas desde el año 2005, por lo que, esta separación, aunque no es absoluta, afecta significativamente la participación de Intel en la fabricación de algunos de los equipos más determinantes en el futuro de los de Cupertino, quienes comienzan a transitar por una nueva senda hacia una generación completamente nueva de ordenadores y portátiles.
La línea iMac comienza a sufrir sus primeros cambios significativos en mucho tiempo, y es una evolución importante para Apple, quienes han tenido la iniciativa desde prácticamente sus inicios de poder mantener el control de manufactura en todos sus elementos. Siempre han contado con su propio sistema operativo, con una dominación en el ámbito de software muy superior a la competencia más inmediata, Microsoft.
Apple ha logrado capitalizar el mercado de aplicaciones, tiene sus propias plataformas de música y TV en streaming, por lo que, poder tener sus propios microprocesadores M1 es un punto clave que realmente era necesario para terminar de impulsar a la compañía hacia una nueva era de ordenadores de gama alta entre los que destacan la Mac Air o la Mac Pro.
Intel sigue dentro del juego, aunque ya no como protagonista.