Que China ha entrado con fuerza en el mercado tecnológico occidental no es ninguna novedad. No hay más que mirar la proyección que han alcanzado firmas como Huawei o Lenovo, que inicialmente no suscitaban mucha confianza en el comprador europeo y americano pero que han demostrado que vinieron para quedarse. Pero el gran nombre que resuena recientemente por su estelar crecimiento es Xiaomi, que fue fundada hace unos escasos cuatro años y que ha registrado un incremento de ventas espectacular.
Según Lei Jun, consejero de ventas de la compañía, la empresa ha vendido más de 26 millones de dispositivos en la primera mitad de este año. Esta cifra, insignificante para la inmensa población china pero sorprendente para una empresa tan joven, supone un crecimiento del 267% respecto al mismo período del año anterior.
Parte del secreto de Xiaomi radica en la relación calidad-precio. Este es el pilar del éxito de otras compatriotas suyas, pero Xiaomi va más allá. La innovación está en su modus operandi: la empresa fabrica pocos dispositivos cada vez, a un precio muy bajo pero con un aura de exclusividad por lo pequeño de las partidas y por el hecho de que sólo se puedan adquirir a través de la web oficial.
El diseño de los dispositivos (tanto teléfonos como TVs, y recientemente también tablets) hace el resto. Las líneas simples y sobrias le han valido a Xiaomi el apelativo, tal vez exagerado, de «el Apple chino». El sistema operativo con que trabaja esta compañía, MIUI, usa Android como trampolín para customizar la experiencia de usuario.
Con todos los elementos que hacen falta para pisar fuerte, Xiaomi no ha hecho más que empezar. Veremos si es capaz de asentarse en el mercado y establecerse entre los grandes nombres del sector.